Lo que disparó La Intimidad
El día era día si la boca tenía gusto a mate. Mates amargos, termo sobre la cama y las sábanas que tapan las piernas para que el gato, al morder los pies, no deje huellas.
Después de cebarse dos, tres mates, ella pasaba a la instancia auto-reconocimiento visual diario. Es decir, largos minutos con espejo en mano.
Pensaba cuánto costaba una aplicación de botox sobre esas arrugas en la frente. Nueva diyuntiva diaria que anotaba en un anotador con birome negra trazo fino: Botox o mármol en la cocina?
Se aburría en las peluquerías pero las canas afloraban como impalas en el estanque (piensa qué ganas de escuchar los libros de la buena memoria).
En breve dormiría una siesta en manos de una colorista.
En el futuro, quién le quitaría ese rebelde pelo duro del mentón?
Cuando esté cerca de ser lo más parecido a un brócoli, alguien amorosamente hará que su día sea día cebándole mates?
Dejó de verse en el espejo y miró el termo sobre la cama. Se tambaleaba como un pingüino amarillo hacia la espalda de él, que dormía como un bendito.
La espalda desnuda.
La espalda como autopista de lunares que traen los años, pequeñas manchitas rojas, barritos atrincherados en la subterránea piel.
El respirar de esa espalda desnuda.
Un sube y baja de plaza con arena tibia en los pies.
Así se sentía esa espalda desnuda cerca, respirando, estando, siendo.
Un desequilibrio momentáneo hace tumbar al pingüino en cámara lenta y el pico toca delicadamente esa espalda.
Un movimiento como eco de ola, un respirar insignificante y precipitado muestra que esa espalda tuvo registro de ese hecho menor.
Ya dejó el mate en el piso y otra vez vuelve al examen visual.
El espejo sigue mostrando detalles que día a día se vuelven escabrosos.
Dientes que pierden color, más allá del dentífrico, a pesar de no tocar jamás nicotina.
Inevitablemente los dientes amarillean con el tiempo.
Apartó la vista de esa imagen para cerrar los ojos y recorrer los dientes con la lengua.
Sentía asperezas nuevas pero las redondeces eran increíbles y las extensiones dentarias siempre le parecieron inmensas al palparlas con la lengua.
Esa percepción era siempre mágica por más que los años sigan pasando.
Al abrir los ojos ve la mano izquierda que asoma y descansa ahora en el hombro de esa espalda como dando un buen día y se cierra con los dedos pegados a la palma como señal de no relajación.
Se pregunta cómo alguien puede dormir tanto de una manera tan tensa.
Ella siente tanto en esa espalda.
Espalda donde algunas noches apoya sus tetas o su propia espalda. Ahí se comparte el sudor, la calidez y el frío.
Espalda que le da la espalda para enfrentarse y darle el frente,
espalda que se ausenta y entonces dormir se hace un suceso complicado, un dolor de hígado, una incontinencia sensorial.
Enfila el pingüino detrás del mate. Pone a descansar el espejo en la mesita de luz.
Al descubrir las piernas, las sábanas emiten un soplido que erectan los diminutos pelos de la espalda. La mano que es un puño sigue ahí, reposando en el hombro.
Ella tapa suavemente todo la espalda, toda la extensión de ese territorio donde alguna vez sintió que plantó bandera.
Seguramente en el día de hoy, si hay tiempo y ganas, pueda escribir algo sobre esa espalda.
Después de cebarse dos, tres mates, ella pasaba a la instancia auto-reconocimiento visual diario. Es decir, largos minutos con espejo en mano.
Pensaba cuánto costaba una aplicación de botox sobre esas arrugas en la frente. Nueva diyuntiva diaria que anotaba en un anotador con birome negra trazo fino: Botox o mármol en la cocina?
Se aburría en las peluquerías pero las canas afloraban como impalas en el estanque (piensa qué ganas de escuchar los libros de la buena memoria).
En breve dormiría una siesta en manos de una colorista.
En el futuro, quién le quitaría ese rebelde pelo duro del mentón?
Cuando esté cerca de ser lo más parecido a un brócoli, alguien amorosamente hará que su día sea día cebándole mates?
Dejó de verse en el espejo y miró el termo sobre la cama. Se tambaleaba como un pingüino amarillo hacia la espalda de él, que dormía como un bendito.
La espalda desnuda.
La espalda como autopista de lunares que traen los años, pequeñas manchitas rojas, barritos atrincherados en la subterránea piel.
El respirar de esa espalda desnuda.
Un sube y baja de plaza con arena tibia en los pies.
Así se sentía esa espalda desnuda cerca, respirando, estando, siendo.
Un desequilibrio momentáneo hace tumbar al pingüino en cámara lenta y el pico toca delicadamente esa espalda.
Un movimiento como eco de ola, un respirar insignificante y precipitado muestra que esa espalda tuvo registro de ese hecho menor.
Ya dejó el mate en el piso y otra vez vuelve al examen visual.
El espejo sigue mostrando detalles que día a día se vuelven escabrosos.
Dientes que pierden color, más allá del dentífrico, a pesar de no tocar jamás nicotina.
Inevitablemente los dientes amarillean con el tiempo.
Apartó la vista de esa imagen para cerrar los ojos y recorrer los dientes con la lengua.
Sentía asperezas nuevas pero las redondeces eran increíbles y las extensiones dentarias siempre le parecieron inmensas al palparlas con la lengua.
Esa percepción era siempre mágica por más que los años sigan pasando.
Al abrir los ojos ve la mano izquierda que asoma y descansa ahora en el hombro de esa espalda como dando un buen día y se cierra con los dedos pegados a la palma como señal de no relajación.
Se pregunta cómo alguien puede dormir tanto de una manera tan tensa.
Ella siente tanto en esa espalda.
Espalda donde algunas noches apoya sus tetas o su propia espalda. Ahí se comparte el sudor, la calidez y el frío.
Espalda que le da la espalda para enfrentarse y darle el frente,
espalda que se ausenta y entonces dormir se hace un suceso complicado, un dolor de hígado, una incontinencia sensorial.
Enfila el pingüino detrás del mate. Pone a descansar el espejo en la mesita de luz.
Al descubrir las piernas, las sábanas emiten un soplido que erectan los diminutos pelos de la espalda. La mano que es un puño sigue ahí, reposando en el hombro.
Ella tapa suavemente todo la espalda, toda la extensión de ese territorio donde alguna vez sintió que plantó bandera.
Seguramente en el día de hoy, si hay tiempo y ganas, pueda escribir algo sobre esa espalda.
Etiquetas: cocinando para dos
2 Comments:
no dejan de sorprenderme sus escritos, sobretodo las casualidades, si es que existen, me consegui el jardin de los presentes, artaud y desatormentandonos del flaco, fue casi cruel rememmorar como me enamoraba la cadencia del tema los libros de la buena memoria, o las golondrinas de plaza de mayo y perdonado!!!!
siem es ameno recorrer sus letras, beso
no dejan de sorprenderme sus escritos, sobretodo las casualidades, si es que existen, me consegui el jardin de los presentes, artaud y desatormentandonos del flaco, fue casi cruel rememmorar como me enamoraba la cadencia del tema los libros de la buena memoria, o las golondrinas de plaza de mayo y perdonado!!!!
siempre es ameno recorrer sus letras, beso
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