lunes, abril 23, 2007

Crónica del día

Oscar hizo leña de un error y se dejó llevar.
Tomó impulso y se elevó más allá de lo de siempre. Se fue lo más rápido y lejos que pudo, aunque pudo poco.
A escasos minutos de salir al mundo, Oscar encontró una casa con rejas y allí se quedó. Rejas parecidas al lugar que se alejaba, rejas como un símbolo de lo costoso que es dejar un pasado a pesar de que lastime.

Se tiró al lado del perro de la casa. Se aceptaron con indiferencia de inmediato.
Con este intento de piquete animal Oscar quiso contar que estaba cansado.
Abrir los ojos de la ciega justicia.
Éste era su modo.
Y como ya dije que pudo poco, al ratito de disfrutar el atardecer mendocino en libertad, más de dos lo vinieron a buscar.
Oscar esta vez, sin furia, no quiso volver.
Los intentos eran infructuosos.
Ni los amigos, ni banquetes tentadores, ni un corralito parecido al de las marchas de otros piqueteros con igual fortuna pudieron convencerlo.
A la hora de usar todo, no faltó el recurso aquel de que un pelo felino de pubis puede más que una yunta de bueyes. Sin embargo, tampoco resultó.
Con cansancio más que con resistencia decidía quedarse, adormilado junto al perro.
A esta altura estaba la policía, el comisario, la radio y tele con su ojo miserable.
Y entonces vino alguien con más fuerza que maña.
Oscar sintió la suave picana en la espalda. Recordó aquel film donde Alex, un igual, recibía una de dosis psicodélica y veía al mundo girar, girar y girar. Pero en esta escena mendocina lo único que giraba era la gente, el bullicio y su aburrimiento.
Tal lo había hecho Alex, Oscar también buscaba libertad pero no para un amigo. Sino para sí mismo.
Quiso, en la tierra del sol y del buen vino hacer su propio Madagascar.

Como las únicas películas que terminan bien son las de Hollywood (o DreamsWorks), al rato Oscar caminaba entregado por el angosto pasillo del corralito, se subía al lado de esa mujer leona y volvía con la esperanza de que antes de extinguirse se repitiera algún error.

O, con la esperanza de encontrar la libertad puertas adentro, dentro de él, que parece ser el único lugar donde existe.

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