Brote

Todo empezó con un comentario catártico combinado con muchos Nodormir Nocomer y Sífumar


Hay una hora en la que se me empieza a nublar la vista conjuntamente con las ideas, abombadas de tanta tele basura con publicidades de “traemos la chata y el caniche” o “acá hay nenes…” y vaya a saber por qué razón o sin razón, hago falsa sinapsis y me vengo a acordar de una pintada cuando volvía a las 12 de la noche del profesorado donde la última hora terminaba a las 23y20! Sí, un despropósito de la naturaleza, sobre todo considerando que la última clase era de análisis matemático III con ese loco que, a la hora de explicar ya ni sé qué en Complejos, decía jocosamente “hace 20 minutos dije una sandez, así que basé todo en eso, descubran para la próxima dónde está el error”. Con semejante movida neuronal volvía solita mi alma por Jaramillo desértica e invernal y veía esa pintada que decía “adónde estás nenito” y se me ponían los pelos lacios montando ahí nomás un Poltergeist que sólo encontraba cauce en mis patitas a mil por hora hacia la casa de Roque Perez. En el mudo galope el silencio me daba dolor de muelas por lo ensordecedor y oía fluir la sangre haciendo borbotones en la cara, las manos, los dedos de los pies, el ruido de la sangre corriendo por mi cuerpo era como el de martillos rompe-pavimentos con una cadencia de impacto de mil trescientos ochenta golpes por minuto. Pero ahí no terminaba todo: Por la insana persecución genética de mis tías tenía que esperar que me abran la puerta y el árbol de nísperos que se veía del pasillo oscuro y soplado por el viento de julio posaba de monstruo para mí y yo, que ya venía con el corazón en el bolsillo para que no colapsara de la breve pero feroz caminata paranoica, me tiraba del forro y me decía que tuviera miedo de los vivos, que los nísperos no tenían vocación de jodidos ni de fantasmas, que lo únicos árboles que ponen caras y hacen muecas son los de Blancanieves y que yo, para esa época, ya no tenía nada de blanca y mucho menos de nieve, salvo la ropa interior Sweet Victorian que usaba de tanto en tanto para complacer las fantasías de ese chico que supo jugar muy pero muy bien al futbol en las inferiores de cierto club calamar o de aquel otro, que cuando me veía hacer esa cosa despacito clavándole los ojazos chinos, cuestiones que el decoro o cierta delicadeza, que no tengo pero me invento, hacen que no detalle, rompía cuerdas de violines y alguna que otra silla (literal) y me murmuraba palabras que no se pueden decir hoy con esta boca que, para estas horas de la madrugada, lo único que sabe decir y pensar y sentir, aquí y ahora, es cómo mierda hice para estar otra vez acá, con todas las ganas que tenía de vos, que supiste ser para mí el punto fijo de este mundo en movimiento.
Por más brote que tenga siempre termino hablando de lo mismo.