miércoles, enero 03, 2007

Miedo


Miro al cielo de mi cuarto.
Un cuadrado perfecto de 40 cm. de lado sobre mi cabeza me muestra la lluvia de ayer suspedida infinitamente estilo Matrix gracias a los hules transparentes.
Mi pc carraspea. En cualquier momento me deja de a pie.
De fondo, la tele en un canal de aire que nadie mira.
Mi boca reseña un sabor fuerte de anchoas y un vino tinto no muy caro lo clava aún con firmeza como por si por sí solas no fueran eficaces.
El mareo que acostumbro últimamente por la cuestión etílica barata me está gustando.
Y tengo tantos miedos que me relajo ante el temor totalmente infundado de hacerme una alcohólica berreta.
Los dedos sobre el teclado sienten el polvo blanco de la construcción que ya está terminando.
Tengo a la vista, al alcance de la mano, reposando en una esponja el cadáver de una libélula que me ofrendó mi gata.
Mis hijos buscan una pieza del rompecabezas antiguo, ésos cubos de madera que no son sólo uno, sino seis. Sin ella les falta
una cara esquimal,
el ojo del tigre,
la mano que baila,
el perro jugando eternamente,
el sol de la colina,
y el asiento de la carreta.

Encontrar cosas en mi casa es una odisea diaria.
Y yo, como siempre, la Penélope en todos los casos.

Mi hijo aburridísimo sin su peli nocturna me toma la cara y me pregunta:
"A vos, qué te da miedo?"
y miento un increíble: "casi nada, mi vida".
Obviamente, no se lo puede creer y sigue. Sigue diciéndome que algo tiene que haber.
Y hay algo, claro.
Algo inexplicable para su corta edad, donde su temor de hoy es encontrarse la noche del cinco con el camello de Baltasar.
O peor aún. Con Baltasar mismo, en cuerpo presente.

Mi temor no se corporiza tan poéticamente.

Mi miedo mayor, mi miedito que abarca todos los miedos de mi vida es no crecer.
Volverme una mujer que envejece y no crece.
No aprender de mí, de mis aciertos, de mis errores.
No aprender es no crecer.
Y a veces, cuando me doy cuenta que no aprendo cosas me muero de miedo.
Y pienso que no voy a aprender más. Ergo, no voy a crecer más.

Hay algo que dé más terror que morirse sin haber crecido?
No hablo de ser reflexiva.
No quiero títulos en las paredes de este cuarto que aún no es mío.
Porque crecer, para mí, no se trata de lo catedrático.
Y ni siquiera hablo de mi cabeza con rebeldía ante la lengua galesa.
Porque sé que alguna vez podré, aunque sea a los ponchazos, ver una peli sin leer una sola línea del diálogo y entenderla casi perfectamente.
Pero lo que no sé,
lo que dudo,
lo que me da miedo,
chuchi,
cagazo padre,
a lo que temo es que algún día vea la peli de mi vida, leer las líneas del diálogo y no entenderla.
Darle al retroceso, mirar otra vez y nada.
No saber de qué se trató mi vida, no haber aprendido.
Mirar mi pasado y ver que no he crecido, me aterra.
La vejez vacía es aterradora.

Hoy, con el cuadrado perfecto sobre mi cabeza mareada por un vino económico, quiero aprender de lo que tengo,
de lo que hay y de lo que no,
quiero aprender,
Quiero crecer.

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