Miserere
La moda no ayuda.
Ni el calor que apesta. Ni el peso ingrávido de la Ley.
Miserere lleva las de perder a toda hora.
La plaza por estos días cobija un niño en un canasto.
Un niño de cera que se derrite.
Un niño que siendo precursor en su especie, se adelantó a su propio nacimiento, antes de las 12 campanadas del 25. Doy fe, yo lo vi.
El niño está custodiado por un hombre y una mujer con atuendos desfasados de los 35 de S.T.
Once mientras tanto, arde.
El puesto de flores mustias le da el marco maestro.
Flores muertas de entierros pasados. Indeseables marchitas flores.
Ya las seis. Miro y observo la plaza.
Miro y escribo.
Miro y pienso que, como mínimo, me esperan dos mensajes en mi casilla.
Once quema y el 19 se hace rogar.
Mi propia agua recorre mi espalda como un amante paciente.
No sirve resguardarse a la sombra de nada.
Pero no sólo hay pesebres y puestos de flores en Miserere.
Observo otra vez.
Dos mujeres desafían las reglas del 90-60-90.
Las manijitas le rebalsan a modo de cinturón. Los jeans atormentados por el exceso carnal jadean a cada paso.
Afligen beldent mentolados que se asoman entre las ausencias dentales.
Mujeres rubias por decisión.
Mujeres de ojotas, estrías, pechos al ras del ombligo.
Mujeres pavoneando su ocaso por la plaza del infierno.
Y ellos las miran. No como yo, pero las miran.
Y uno de ellos, el de ojos tristes no llega a un acuerdo y se va sin sonreir.
Se va pero vuelve.
Y la más regordeta de las dos, se lo lleva de la mano hacia Rivadavia.
Así son los polvos regateados en Miserere.
Ya las seis y cuarto.
Estamos hechos de tiempo. Tiempo perdido que se desarma.
Seguro que ahora más de tres mensajes me esperan ansiosos.
El 19 ya se hace odiar.
Pasa como con algunos amores: Del goce de hacerse desear a detestar y odiar la espera.
Pero no es lo único que hay en Miserere.
También hay mugre. Soledad. Vientos desterrados.
Trenes a destiempo, vida con retraso.
Predicadores que ofrecen la Salvación en Biblias de bordes carmesí.
Carteles que piden justicia. Una marcha contra el olvido.
Caminar para no olvidar.
Ya las seis y media y todavía en Miserere.
Me tienta un helado. En realidad, la foto de un helado. Pero tengo miedo de encontrarme con la funda vacía y pegajosa, la fuga misma del helado.
Encontrarme con lo que fue y ya no es...
Satori zen!! Descubro mi Temor de enfrentarme con lo que fue y ya no es.
Dejo de lado mis iluminaciones de pacotilla y sigo con lo mío.
Observo y miro.
Y veo que Miserere no es sólo este presente.
También es el invierno pasado lleno de viajes y soledad de noche hacia Castelar.
Es más oferta carnal con mesa de Saldos las 24hs.
Miro, entre tantas cosas, mi reloj con historia familiar.
Ya casi las 7.
Somos una multitud de 4 esperando al maldito 19.
Y Miserere mientras tanto es otra cosa.
Es tristeza.
Desangelados de todas partes.
Colectivos que conducen hacia el más allá provinciano.
Ahí está. Ya me subo.
En un rato ya estoy en casa levantando mil mensajes.
Etiquetas: desde mi cocina
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