Abstinencia de alfajores jorgito
La Gorda -disculpas de antemano por lo ofensivo y discriminatorio- destilaba calorías generadas desde hace décadas, ahora ausentes.
Ahora, venida a chica de medidas standard, se le filtraba la gorda en el jadeo al hablar, en la mirada perdida en los alfajores jorgito matinales, en lo orgásmico de su dedos al pasarlos mentalmente por la lista de postres de los bares que ya no frecuenta.
Recordaba como quien recuerda a una mascota amada en la infancia, como quien recuerda el primer dolor entrañable, aquellos momentos de fagocitar hasta desnucarse. Cuando pedía dos pizzas, una de muzza y otra de anchoas y a metérselas hasta no poder más, bajándola de a sorbos eyaculatorios de coca.
Emborracharse no era inspirador, esto le quitaba deseos por terminar una cena para cuatro (que solita engullía) coronada con kilito y medio de helado de sambayón. O quizá sí, terminaba con el helado clavado a empujones, pero después venía la desagradable evacuación por el lugar no indicado.
Y no había nada que le disgustara más que vomitar a la pobre, no por lo hediondo del asunto sino por el fracaso de ver inacabada la magia de la digestión. Magia que, cuando cumplía su ciclo, se plasmaba en mega-producciones escatológicas.
Ella, La Gorda, amaba todo lo que de ella surgía.
Ahora usaba jeans. Casi ajustados los jeans. Y al ladito de la foto de gorda, pegada en la heladera diet,light y cero calorías, estaba la actual. La que se supone normal, de tamaño ajustado al pedir de las masas.
La Gorda recibía piropos a diario de los muchachos del rubro de la construcción.
Mezcla de rita turdero y eliana calabró, no por las curvas, sino por la grasitud de toda su arquitectura, le daba exactamente igual la mirada del sexo opuesto que leer una receta de cocina.
Y los muchachos le prometían festines donde, si ella decía que sí, abundarían productos lácteos esparcidos por doquier.
La Gorda está viviendo su peor pesadilla. Es quien quiso ser toda su vida, más no es feliz. Mezcla de nostalgia y abstinencia, La Gorda añora los atracos fastuosos de barras y más barras de chocolate para taza águila que lamía hasta doblegarlas.
Hoy extraña sus jorgitos de la mañana, sus jorgitos con el te con limón (el limón apuntalaba la ardua tarea de los otros jugos gástricos) que hacía desesperada apenas llegaba a la oficina. Oficina que, hacía varios meses, le había dado el ultimátum que la próxima silla que rompiera con ese paquidérmico culo, la iba a pagar de su bolsillo.
La silla de hoy no se queja ni se rompe. Recibe un cuerpo medianamente normal, con estrés normal, con angustia normal, tristeza promedio y espantosamente normal.
La Gorda no es feliz como cuando iba a la farola y comía "dos minutas del día", cuando juntaba puntos con cualquier tarjeta para canjearlos por comida barata y chatarrosa. O cuando paraba cada dos cuadras y masacraba en minuto y monedas un panchito, mitad mostaza, mitad mayonesa.
No es feliz cuando como cuando era un fenómeno desbordante.
Ahora es una más del montón, tan más del montón que nadie la registra, nadie se le ríe en su gigantesca humanidad ni le advierten sobre su salud.
Apenas los muchachos del rubro de la construcción la babean cuando pasa y nada más.
La gorda tiene alma de gorda y está a tres pasos de sucumbir ante cualquier drugstore, tan open 24hs.
A pasos del teléfono y el delivery de lo que sea.
Ojo. En cualquier momento vuelve el fenómeno.
Al fin y al cabo uno no puede negar su esencia.
Etiquetas: desde mi cocina
1 Comments:
Señores yo soy muy flaco,
pero de corazon tierno,
y tengo una novia gorda
para pasar el invierno.
Pesa ciento ochenta kilos,
se come un lechon entero,
que me importa que sea gorda
si pa' correr no la quiero.
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