Home

Una casa no es un hogar.

En mi pasado continuo veo hogares-caracol.
En uno de ellos, el más denso, llevaba mi olor entre chicles y labiales baratos en una mochila verde. Cuadernos, lápices mecánicos y una rottring que ahora no tengo más.
Baños y camas sin repetición. Amores sin amor. Dolor por no ser en ningún lugar.

Me atrincheré en hogares-cueva, ocultándome de quien no podía escapar. Llevaba la radio al ropero y encerrada escuchaba los ecos del afuera.

Tuve hogares-trabajo, donde el mate cocido y escribir sin mirar y atender quejas y supervisar trabajos y el uso de minifaldas con zapatos ortopédicos eran mi jardín. Mi living el café y las 3 de la tarde, las dos cosas al mismo tiempo.

Tuve también falsos hogares-casa. Creía la transformación en hogar a medida que se incorporaban plafones, videos, manos de pintura, sillones fradusco.

Ahora no tengo un hogar.

Ahora la música me mira inconclusa desde cajas cerradas.
No oigo el respirar de mi pc.
El perfume de la piel de esta casa es antiguo. No es mío.
La noche es oscura. Algunos días también.
Ahora, sentada en otro lugar con Sparks de fondo, me mareo y siento la abrumadora ausencia de un hogar.
Nostalgia por aquello que apenas rocé con el deseo y lo creí cierto.

Deseo un hogar.
Hogar-casa, hogar-hijos, hogar-madre, hogar-brasitas de fuego, hogar-amor.

Salí al patio esta mañana y un limón aferrado al árbol me dio de lleno en la frente. Bamboleándose, vengándose de mí, bailó unos segundos.
Las plantas se esmerilan con el sol y el aroma ajeno parece que empieza a evaporarse. Me entusiasmo con la idea. Nos estamos reconociendo.

Será cuestión de darnos tiempo.