martes, octubre 10, 2006

Tomate


El rubio viene y se me apichona amorosamente. Se le dificulta juntar la onomatopeya de las consonantes con las vocales y pide ayuda. Se la doy, porque en este caso puedo.
Su pulgar con un pequeño coagulito (fruto de un desmedido movimiento con el inflador para "calibrar" su excalibur inofensiva y gris) acompaña los demás dedos mugrientos siguiendo letra por letra.
Pareciera no creer que todas esas innombrables formen palabras, todas esas palabras oraciones y las oraciones... quién sabe lo que quieren decir. Logra dos, tres, cuatro palabras.
Cumple la simple consigna casi solo.
Le noto el esfuerzo al pronunciar lo que nace en su boca y la satisfacción se le sale por los ojos, tan interrogativos y ciertos.
Se achina con la sonrisa y los dientes se exponen a la burla de tan desordenados que están.
Amaga un beso y al final son dos porque sí.
Hay días en que querer y poder es la misma cosa.
Me pregunta algo que no alcanzo a entender.
Estoy desatenta. Pienso en que es la primera vez en el día que me pasa algo verdadero.
Repite lento el pedido, accedo y sigo.
Sigo desatenta, sigo pensando, sigo.

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