Astillas
Salió corriendo de la casa enfundando lentes nuevos, la radio y las llaves.
El celu lo dejó abandonado junto al calefón de ayer.
Tenía vincha azul y su remera tapaba toda la abundancia carnal que se dedicó a sembrar en los últimos meses.
Los costos de las desilusiones se pagan en la balanza se decía mientras reía para los demás.
Se le evaporaron hace rato las lágrimas en desuso
y los ojos se le pusieron verdes y secos
igual que las hojas que crujen a su paso.
Las manos se empuñaban tensas y las uñas se clavaban sobre su palma.
Sangraba levemente pero no le importaba demasiado.
Con esa tensión sostenida se impuso tres vueltas al parque.
La cabeza le hacía batalla naval:
Le hundía un par barcazas, botecitos no amarrados, veleros.
El corazón se le asomaba en los labios
y el cuerpo se agotaba al sol que intuía tras el muro de humo.
Mientas, la radio susurraba algo de Reed.
Por ese estallido de música dejó que la memoria trajera un recuerdo,
que luego hachó en mil simétricos trozos.
Las astillas lastimaban el buen panorama dominical
así que sacudió su cabeza y se fueron volando a hacer otros nidos.
Salvo una, que se le clavó en su nube de domingo para hacerse carne.
El celu lo dejó abandonado junto al calefón de ayer.
Tenía vincha azul y su remera tapaba toda la abundancia carnal que se dedicó a sembrar en los últimos meses.
Los costos de las desilusiones se pagan en la balanza se decía mientras reía para los demás.
Se le evaporaron hace rato las lágrimas en desuso
y los ojos se le pusieron verdes y secos
igual que las hojas que crujen a su paso.
Las manos se empuñaban tensas y las uñas se clavaban sobre su palma.
Sangraba levemente pero no le importaba demasiado.
Con esa tensión sostenida se impuso tres vueltas al parque.
La cabeza le hacía batalla naval:
Le hundía un par barcazas, botecitos no amarrados, veleros.
El corazón se le asomaba en los labios
y el cuerpo se agotaba al sol que intuía tras el muro de humo.
Mientas, la radio susurraba algo de Reed.
Por ese estallido de música dejó que la memoria trajera un recuerdo,
que luego hachó en mil simétricos trozos.
Las astillas lastimaban el buen panorama dominical
así que sacudió su cabeza y se fueron volando a hacer otros nidos.
Salvo una, que se le clavó en su nube de domingo para hacerse carne.
Etiquetas: desde mi cocina
11 Comments:
COMO VA doña...en su blós hay chitrulos que canten pri????
sabe que? me gustó y mucho...
en mi blós hubo una mutación musical total se podría decir...en los otros dos...bueno por los percances que conoce...estoy despacito volviendo...
le dejo un abrazo...
Me gustómucho de tu postagene.
Gracias por compartirla con nosotrs.
Bello efímero y fatal.
Que difícil es salir a caminar...
Tan solo caminar...
Toda nostalgia inconclusa. Comentarios innecesarios. Comensales que se olvidaron cuál era el banquete y todavía conservan el recuerdo de un estado famélico que no sienten.
Nada.
La baba que cae de la boca muda.
Un minuto de silencio.
De los mejores Morgui.
Tristisimo, pero que buenas fotos literarias es capaz de captar. Un segundo y se entiende todo sin contarnoslo.
La ultima astilla me esta doliendo a mi un poco
Te extranaba
bueno... realmente bueno
...
Te saludo, espero que hayas salido ilesa de tantas astillas y que ya estés de vuelta de aquellas profundidas. Como siempre me gustó.
Qué bueno lo de "las horas anaranjan". Flipé!!
Saludos!!!
las astillas siempre tienen ese sobrevuelo impune Morgui,
un segundo donde la carne apenas se abre y se cierra con el intruso a bordo.
muy bello
Lilián
morgana.. no tengo nada que decir.. nada que agregar....
solo el tic tac del reloj y la fuerza de voluntad hacen que las uñas dejen las marcas chiquitas en las palmas de las manos.
Me hiciste acordar a un viejo escrito mio.. si lo encuentro lo publico y te lo regalo....
Todo pasa... hasta la más grande de las astillas tiene un lugar donde reposar sin ser notada.
N sólo te voy a revolver lo publicado hasta ahora sino que prometo volver.
Rcordá que si se llegò a algùn lugar.. se vuelve por el mismo camino. Algo caminé en mi vida.
Un besote
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