Cydia Pomonella
Este frío mármol me recordó a mi primo Adam
pero aquí no hay maderas ni flores ni rigor mortis.
Los olores vivos, el color verde y el brillo me guían.
Armonía al anochecer.
Feng shui culinario.
Orientación perfecta para mi fin.
Nada se interpone.
Allá voy.
El silencio se altera por unas gotas y una brisa estrellada.
El viento me remite a mi madre,
pendiendo literalmente de un hilo allá afuera.
La gotera inacabable afina cada tres exactos segundos.
La hora del microondas marca mi marcha pendular.
Si tuviera boca me verías sonriendo a la luz de esta luna.
El frío de mi barriga adormece mi andar
pero veo el laberinto manzanero a lo lejos
y no quiero más que volver.
Seguro me esperan las dulces pepitas.
Ahora no necesito un capullo.
Hoy no hay razones para crecer.
Las alas pueden esperar.
pero aquí no hay maderas ni flores ni rigor mortis.
Los olores vivos, el color verde y el brillo me guían.
Armonía al anochecer.
Feng shui culinario.
Orientación perfecta para mi fin.
Nada se interpone.
Allá voy.
El silencio se altera por unas gotas y una brisa estrellada.
El viento me remite a mi madre,
pendiendo literalmente de un hilo allá afuera.
La gotera inacabable afina cada tres exactos segundos.
La hora del microondas marca mi marcha pendular.
Si tuviera boca me verías sonriendo a la luz de esta luna.
El frío de mi barriga adormece mi andar
pero veo el laberinto manzanero a lo lejos
y no quiero más que volver.
Seguro me esperan las dulces pepitas.
Ahora no necesito un capullo.
Hoy no hay razones para crecer.
Las alas pueden esperar.
Etiquetas: desde mi cocina
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