lunes, octubre 22, 2007

Cydia Pomonella

Me arrastro despacito.
Este frío mármol me recordó a mi primo Adam
pero aquí no hay maderas ni flores ni rigor mortis.
Los olores vivos, el color verde y el brillo me guían.
Armonía al anochecer.
Feng shui culinario.
Orientación perfecta para mi fin.
Nada se interpone.
Allá voy.
El silencio se altera por unas gotas y una brisa estrellada.
El viento me remite a mi madre,
pendiendo literalmente de un hilo allá afuera.
La gotera inacabable afina cada tres exactos segundos.
La hora del microondas marca mi marcha pendular.

Si tuviera boca me verías sonriendo a la luz de esta luna.

El frío de mi barriga adormece mi andar
pero veo el laberinto manzanero a lo lejos
y no quiero más que volver.
Seguro me esperan las dulces pepitas.

Ahora no necesito un capullo.
Hoy no hay razones para crecer.
Las alas pueden esperar.

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